Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 46
Capítulo 46: Volviendo al infierno
La noche había caído con un manto de sombras densas y amenazantes. Andy, Carla y Scot avanzaban con cautela entre los escombros de la ciudad, sus sentidos alerta ante cualquier movimiento. El aire olía a humedad y podredumbre, un recordatorio constante de la muerte que acechaba en cada rincón del apocalipsis. Habían pasado muchas semanas y el trío avanzó hacia el oeste, llegando al distrito de Comas, enfrentando a muchos infectados en su camino.
—Debemos encontrar refugio antes del amanecer —murmuró Scot, ajustando su rifle improvisado sobre el hombro.
—Allí —susurró Carla, señalando un edificio derruido. No era ideal, pero ofrecía suficiente cobertura para descansar unas horas.
Entraron en silencio, sorteando vigas caídas y escombros. Se instalaron en lo que parecía ser el vestíbulo de un antiguo hotel. Andy se apoyó contra una pared, intentando procesar todo lo que habían vivido. La imagen de sus padres muertos seguía persiguiéndolo en sus pesadillas. Sabía que Scot y Carla también cargaban con sus propios fantasmas.
El silencio de la noche fue interrumpido por un grito desgarrador a lo lejos. Los tres se tensaron.
—No suena como un infectado —susurró Carla.
—No… es humano —dijo Andy, su mandíbula apretada.
El sonido provenía de unas calles más adelante. Un instinto primario le decía que se alejara, pero algo dentro de él le impedía ignorarlo.
—Es una trampa —advirtió Scot.
—Lo sé —respondió Andy. Pero aun así, sus pies comenzaron a moverse.
Scot y Carla intercambiaron una mirada antes de seguirlo. Se movieron entre las sombras, avanzando hacia el origen del grito. A medida que se acercaban, una escena escalofriante se reveló ante ellos.
Un grupo de hombres armados rodeaba a un hombre que yacía en el suelo, cubierto de sangre. Uno de los agresores lo sostuvo por el cabello y levantó un machete oxidado.
—Bienvenidos al nuevo orden —dijo el líder del grupo con una voz ronca y burlona. Andy sintió un escalofrío al verlo. No era como los otros carroñeros que habían encontrado antes. Este hombre no solo buscaba sobrevivir; él disfrutaba de la violencia.
Andy apretó los dientes. No podían intervenir sin un plan. Pero antes de que pudiera decidir qué hacer, el líder levantó la vista y sonrió. Sus ojos se clavaron en Andy como si supiera exactamente quién era.
—¿Qué tenemos aquí? —su voz resonó con un tono de diversión perversa.
Andy sintió que su estómago se hundía. El hombre dio un paso al frente, con el machete aún goteando sangre. Se limpió la mano en su chaqueta y extendió los brazos en un gesto teatral.
—Me llaman Caín. Y en este mundo, yo soy Dios.
El aire pareció volverse más pesado. Andy sintió que la mirada de Caín perforaba su alma.
—Agárrenlos —ordenó con calma.
Antes de que pudieran reaccionar, un golpe seco en la cabeza sumió a Andy en la oscuridad.
El frío del suelo de concreto lo despertó. Su cabeza palpitaba de dolor. Parpadeó y vio que estaba en una celda improvisada, rodeado de otras personas en condiciones igual de lamentables.
Carla y Scot estaban en una esquina, con las manos atadas. Ambos parecían aturdidos, pero vivos.
—Andy… —susurró Carla al verlo despertar.
—¿Dónde estamos? —murmuró, frotándose la cabeza.
Una risa burlona respondió a su pregunta.
—Bienvenido al Reino de la Muerte —dijo Caín desde el otro lado de las rejas. Sus ojos brillaban con una mezcla de sadismo y curiosidad—. ¿Sabes qué me gusta de este nuevo mundo? Que las reglas viejas ya no importan. Aquí, solo sobrevive el más capaz. Y déjame decirte algo, chico… tú no eres uno de ellos.
Andy lo fulminó con la mirada, pero no dijo nada. Sabía que cualquier provocación solo empeoraría la situación.
Caín sonrió y se acercó más a la celda, apoyándose contra los barrotes.
—Voy a darte una opción. Puedes unirte a nosotros y demostrarme que tienes lo necesario para sobrevivir… o puedes ver cómo desangro a tus amigos frente a ti, uno por uno.
El silencio pesó en el aire como una sentencia de muerte.
Andy sintió el sudor frío recorrer su espalda. Tenía que encontrar una forma de salir de ahí. No solo por él. No solo por Carla y Scot. Sino por todos los que habían caído en manos de Caín.
Porque si algo había aprendido en este mundo infernal, era que la verdadera batalla no era contra los infectados.
Era contra los monstruos humanos.
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