Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 55


Capítulo 55: La bestia y el demonio

El rugido de la criatura sacudió el pasillo entero, haciendo que las paredes temblaran como si el mundo mismo estuviera a punto de colapsar. Un estruendo gutural, primitivo, cargado de ira y desesperación.

Caín no se movió.

No parpadeó.

No tembló.

Simplemente observó.

Frente a él, la abominación se retorcía en la penumbra. Su mera existencia desafiaba toda lógica, una amalgama de carne desgarrada y huesos deformes que no deberían sostener vida. Era ciego. Su piel, una mezcla de cicatrices abiertas y tejidos en putrefacción, latía con la pulsación de algo que no era humano. Su boca era un abismo de dientes afilados como dagas, goteando saliva negra que chisporroteaba al tocar el suelo. Sus manos, enormes, deformes, terminaban en garras del tamaño de cuchillos de carnicero.

Un monstruo.

Caín inclinó la cabeza con un dejo de burla.

—Vaya, eres muy horrible.

La bestia rugió con furia, su cuerpo vibrando de pura rabia, y se lanzó hacia él con la fuerza de un alud. El suelo se resquebrajó bajo su peso, y la oscuridad del pasillo pareció encogerse ante la inminente destrucción.

Caín sonrió.

Y se movió.

Como una sombra, desapareciendo en un parpadeo.

El golpe de la criatura destrozó la pared de concreto como si fuera papel. Polvo y escombros se esparcieron por el aire en una lluvia mortal, pero Caín ya no estaba ahí. Se deslizaba entre las sombras con la precisión de un depredador, su silueta un mero eco en la penumbra. Sus dedos encontraron la culata de otra pistola que contenía y, sin dudarlo, apretó el gatillo.

Tres disparos.

Tres balas al cráneo de la bestia.

No sirvió.

La criatura sacudió la cabeza, la carne regenerándose casi al instante, como si el plomo no fuera más que una leve picadura. Sus ojos incandescentes se fijaron en Caín con una rabia bestial.

Caín rió suavemente, lamiéndose un hilo de sangre de la comisura de los labios.

—Oh, esto será divertido.

La ejecución de un monstruo

La bestia se lanzó sobre él con una brutalidad sin precedentes, sus enormes brazos moviéndose como guadañas buscando partirlo en dos.

Pero Caín no se quedó quieto.

Se deslizó bajo el ataque con una agilidad aterradora, saltando sobre la espalda del monstruo antes de que este pudiera reaccionar. Sus manos se aferraron al cuello de la criatura con una fuerza inhumana, clavando los dedos en su piel putrefacta como garras.

El monstruo rugió y se retorció con una furia descomunal, golpeándose contra las paredes para intentar quitárselo de encima, pero Caín era como una sanguijuela adherida a su piel.

Y entonces, hundió su cuchillo en el ojo izquierdo.

La criatura soltó un chillido desgarrador, una sinfonía de puro dolor que reverberó por todo el pasillo. Su cuerpo convulsionó, sacudido por espasmos de agonía.

Pero Caín no se detuvo.

Hundió la cuchilla una y otra vez, con una ferocidad nacida del puro éxtasis del combate.

—¡MUERE, MALDITO!

La sangre negra chorreó por su brazo, un líquido espeso y corrosivo que quemaba la piel, pero no se detuvo. La criatura tambaleó, su masiva figura perdiendo equilibrio. Finalmente, cayó de rodillas con un estruendo aterrador.

Caín saltó hacia atrás justo antes del impacto.

La abominación se desplomó en el suelo.

Muerta.

Caín jadeó, limpiando la sangre de su rostro con el dorso de la mano. Luego miró en la dirección en la que Andy, Carla y Scot habían escapado.

Y sonrió.

—No se alejarán demasiado.

Era hora de terminar esto.

El duelo final

Andy se giró lentamente, sintiendo cómo un escalofrío le recorría la espalda entera.

Y ahí estaba.

Caín.

De pie entre las sombras, su silueta recortada contra la luz temblorosa de una fogata. Sus manos estaban manchadas de sangre fresca, y su expresión… indiferente. Como si no acabara de destrozar a una criatura con la misma facilidad con la que alguien aplasta una mosca.

—¿Me extrañaste? —dijo con una calma escalofriante.

Andy apretó los dientes con rabia. Su corazón latía como un tambor de guerra, su respiración pesada. Sabía que no podía escapar. No esta vez.

—Voy a matarte.

Caín esbozó una sonrisa perezosa.

—Inténtalo.

Andy se lanzó con todo.

Con toda su furia.

Con todo su dolor.

Con todo lo que había perdido.

Su primer golpe voló directo al rostro de Caín, pero este inclinó la cabeza con un desdén insultante. Andy desató una ráfaga de puñetazos, ganchos, directos, pero cada uno fue esquivado o bloqueado con una facilidad que lo hizo hervir de ira.

Caín era una sombra. Una bestia perfectamente calculada.

Y entonces contraatacó.

Su puño impactó como un martillo en el estómago de Andy, robándole el aire de los pulmones. Antes de que pudiera reaccionar, sintió una mano agarrando su cabello, su cráneo estrellándose brutalmente contra la pared. Un crujido seco. Dolor abrasador. La calidez de la sangre bajando por su rostro.

Pero no cayó.

Andy escupió sangre y tambaleándose, volvió a cargar. Su visión era un torbellino de rojo y sombras, pero aún podía pelear.

Caín sonrió, divertido.

—Dime algo, Andy. ¿Por qué sigues peleando?

Andy jadeaba, apoyándose contra la pared, sintiendo cómo su sangre caliente empapaba su camiseta.

—Porque… tengo que seguir adelante.

Caín chasqueó la lengua.

—Esa es una pésima razón para luchar.

—No. Es la única razón que necesito.

Caín lo miró con una mezcla de burla y lástima.

—¿De verdad crees que seguir arrastrándote en este mundo de mierda cambiará algo? La gente se mata entre sí como animales. El más fuerte sobrevive, el más débil muere. Esa es la única verdad que existe.

Andy levantó la mirada. Sus ojos ardían con una furia que incluso Caín no pudo ignorar.

—No. Importa lo que decidamos que importe.

El silencio cayó entre ellos, pesado como una lápida.

Caín lo rompió con una carcajada seca y cruel.

—Eres un maldito idiota.

Y atacó con todo.

Un codazo brutal a la mandíbula. Un rodillazo al estómago que dobló a Andy en dos. Una patada descendente que lo arrojó contra el suelo con tal fuerza que sintió cómo algo se rompía en su espalda.

Pero Andy se aferró al suelo, jadeando, sin dejar que la oscuridad lo tragara.

Caín puso su bota sobre su cabeza, presionando lentamente, disfrutando el momento.

—Todo este tiempo, pensaste que podías luchar por algo. Que podías encontrar sentido en este mundo.

Sacó su cuchillo.

—Déjame enseñarte lo equivocado que estás.

El filo descendió, rápido como un rayo, directo al ojo izquierdo de Andy.

Un dolor inhumano. Un grito desgarrador.

Todo se volvió rojo.

Pero antes de que Caín pudiera terminar el trabajo…

Un estruendo retumbó a su alrededor.

Las paredes cedieron. El techo se desmoronó. Un nuevo derrumbe los separó en el último segundo.

Y Andy, con la mitad del rostro empapada en sangre, con su cuerpo destrozado…

Siguió respirando.

Manos conocidas lo agarraron.

Carla y Scot lo habían encontrado.

Pero su mundo nunca volvería a ser el mismo.

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