Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 53
Capítulo 53: Hasta dónde puedes llegar?
El eco de los gritos de Marco aún resonaba en la mente de Andy mientras avanzaban a través del pasillo oscuro. El aire estaba cargado de humo y pólvora, y el sonido de los zombis destrozando lo que quedaba de la fortaleza retumbaba a sus espaldas.
Carla respiraba con dificultad, sus ojos brillaban con lágrimas contenidas. Scot, con el ceño fruncido, apretaba su cuchillo con fuerza. Andy no podía permitirse detenerse. Si lo hacía, la culpa lo aplastaría.
El pasillo en el que se encontraban era estrecho y solo iluminado por una luz parpadeante al final. Andy avanzó primero, con Carla y Scot pegados a su espalda.
—No podemos quedarnos aquí —susurró Carla.
—Lo sé —respondió Andy.
Cada paso era una apuesta. No sabían qué los esperaba al final de aquel corredor, pero no podían volver atrás.
De repente, un fuerte estruendo sacudió la estructura. Andy sintió que el suelo temblaba. Trozos de escombros cayeron del techo y el polvo llenó el aire.
—¡Mierda! —maldijo Scot, cubriéndose la boca con la manga.
Andy se giró rápidamente, buscando el origen del ruido. Entonces lo vio.
La pared al fondo del pasillo comenzó a resquebrajarse, y con un crujido aterrador, una oleada de zombis irrumpió en el corredor.
—¡Corran! —rugió Andy.
Los tres se lanzaron hacia la única puerta visible. Andy la abrió de una patada y se apresuró a cerrar el pestillo detrás de ellos. El sonido de los muertos arañando la madera resonó en la pequeña habitación donde habían entrado.
Estaban atrapados.
El lugar era una oficina en ruinas. Un escritorio cubierto de polvo estaba en la esquina, con papeles esparcidos por el suelo y un estante caído bloqueando otra salida.
Scot maldijo en voz baja.
—Si nos quedamos aquí, nos harán pedazos.
—Tenemos que salir antes de que esa puerta ceda —dijo Andy, escaneando la habitación con rapidez.
Sus ojos se posaron en una rejilla de ventilación en la parte superior de la pared.
—¡Por ahí! —señaló.
Carla miró la abertura y luego a Andy.
—Es demasiado estrecho.
—Tú y Scot pueden pasar —dijo Andy—. Yo buscaré otra salida.
—¡Ni de broma! —espetó Scot—. No vamos a dejarte atrás.
La puerta tembló violentamente. Las manos huesudas y ensangrentadas de los zombis se asomaban por las grietas. No tardarían en romperla.
Andy tomó aire.
—Voy a resistir lo suficiente para que puedan escapar. Cuando lleguen al otro lado, buscaré cómo alcanzarlos.
—No —susurró Carla, su voz quebrándose.
Andy le sostuvo la mirada.
—Lo tengo que hacer. No tenemos otra opción.
Carla apretó los labios con fuerza, pero asintió. No quería aceptarlo, pero sabía que Andy tenía razón.
Scot la ayudó a subir primero. Andy observó cómo ella se deslizaba por la estrecha abertura, luego Scot la siguió. Él no podía creer la determinación que este joven poseía. No quería perderlo, pero... en la vida siempre debemos estar dispuestos a tomar decisiones difíciles.
—Por favor, prométeme que nos volveremos a ver —dijo Scot antes de desaparecer en la rejilla.
Andy giró la cabeza justo cuando la puerta explotó en pedazos.
Los zombis entraron como una marea de carne en descomposición.
Andy levantó su cuchillo y agarró un tubo metálico del suelo.
—Vamos, hijos de puta —gruñó.
El primero se lanzó sobre él y Andy le hundió el cuchillo en la frente. Empujó el cadáver hacia atrás, pero otro zombi lo atacó desde el costado, haciéndolo tambalear.
Golpeó con el tubo a la criatura en la mandíbula, pero eran demasiados. El olor a muerte lo envolvía.
Entonces, de la nada, un disparo resonó en la habitación.
Uno de los zombis cayó al suelo con la cabeza destrozada.
Andy giró la cabeza y su corazón se detuvo un segundo.
Caín estaba de pie en la puerta trasera de la habitación, con una pistola humeante en la mano y su sonrisa cruel en el rostro.
—Vaya, vaya —murmuró—. Parece que no puedes evitar meterte en problemas.
Andy respiró con dificultad.
—¿Qué mierda quieres?
Caín bajó el arma y miró a los zombis retorciéndose en el suelo.
—Quiero ver cuánto más puedes soportar antes de que finalmente te rompas.
Andy apretó los dientes. Sabía que esto aún no había terminado.
La verdadera pesadilla apenas comenzaba.
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