Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 49
Capítulo 49: Un maldito destino
Caín no apartó la mirada de Andy. Había algo en su expresión, una mezcla de entretenimiento y fascinación. Como si hubiera encontrado una nueva pieza en su macabro juego.
—Tienes agallas, muchacho —dijo, cruzándose de brazos—. Pero las agallas no bastan para sobrevivir aquí. No con nosotros.
Andy no contestó. Sabía que cualquier palabra que dijera solo alimentaría el sadismo de Caín. En cambio, miró de reojo a Carla y Scot. Aún estaban en el suelo, respirando con dificultad. Necesitaban salir de ahí, y rápido.
Caín chasqueó los dedos y dos de sus hombres arrastraron a Carla hasta el centro de la arena improvisada. Andy sintió cómo el estómago se le revolvía.
—La pelea es simple —explicó Caín—. Si ganas, Carla vive. Si pierdes… bueno, puedes imaginar el resto.
Los prisioneros que rodeaban la escena estaban en silencio. Algunos miraban con compasión; otros, con resignación. Andy notó que muchos de ellos tenían heridas viejas, cicatrices profundas en la piel y en el alma. Nadie salía ileso de este lugar.
Un hombre enorme, con el rostro cubierto de sangre, se adelantó. Su presencia era imponente, sus manos parecían capaces de aplastar cráneos sin esfuerzo. Era el elegido para enfrentar a Andy.
Andy tragó saliva. No tenía armas, ni ventaja. Solo su instinto y su rabia. Se colocó en posición de combate, flexionando las rodillas y levantando los puños. El dolor en su cuerpo era insoportable, pero no podía detenerse ahora.
El gigante atacó primero, lanzando un golpe devastador. Andy logró esquivarlo a último segundo, sintiendo el viento cortar su mejilla. Se movió rápido, golpeando el costado del hombre, pero fue como golpear una pared de concreto.
El oponente sonrió y contraatacó, golpeando a Andy en el estómago con una fuerza brutal. Andy cayó de rodillas, tosiendo sangre. Su visión se nubló por un instante, pero en su mente solo había una imagen: Carla, atrapada, dependiendo de él.
Se levantó tambaleante y esquivó el siguiente golpe. Esta vez, no dudó. Lanzó un puñetazo con todas sus fuerzas a la garganta del hombre. El gigante retrocedió, sorprendido. Andy aprovechó la oportunidad y le propinó una patada en la rodilla, haciendo que cayera de lado.
El público contuvo el aliento. Andy jadeó, tratando de ignorar el ardor en su pecho. Se tambaleó, pero se mantuvo de pie.
Caín aplaudió lentamente.
—Interesante —dijo, con una sonrisa torcida—. Quizá sí vales la pena después de todo.
Andy no respondió. Su mirada seguía fija en Carla, en Scot. Todavía no estaban a salvo.
Caín hizo un ademán y los guardias apartaron al gigante caído. Luego se acercó a Andy, con su mirada afilada.
—Bienvenido al infierno, Andy —susurró—. Vamos a divertirnos mucho juntos.
Andy sintió un escalofrío recorrer su espalda. No había escapado. No todavía. Pero algo en su interior le decía que, sin importar lo que viniera, encontraría la manera.
Porque rendirse no era una opción.
Comentarios
Publicar un comentario