Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 48


Capítulo 48: Crueldad

El frío de la celda era insoportable. No solo por la humedad y la suciedad que impregnaban cada rincón, sino por la sensación de desesperanza que se cernía sobre él como una sombra implacable. Andy apenas podía mover los brazos; las ataduras le habían dejado marcas en la piel, y cada intento de moverse provocaba un dolor punzante. Sin embargo, su mente no estaba en eso. Su mente estaba en Caín.

El hombre lo había dejado solo después de su última amenaza, pero Andy sabía que no sería por mucho tiempo. Caín no era el tipo de persona que dejaba que las cosas se enfriaran. Quería verlo sufrir, quería quebrarlo, y lo peor era que parecía disfrutar cada segundo de su juego macabro.

Un ruido en la puerta de metal lo sacó de sus pensamientos. Se abrió con un chirrido, y la luz tenue del pasillo iluminó la figura de alguien entrando. Andy tensó la mandíbula, preparándose para lo peor.

Pero no era Caín.

Era una mujer, de cabello oscuro recogido en una coleta, con una expresión inescrutable. Vestía ropa desgastada, pero su mirada estaba afilada, alerta. En sus manos traía un plato de comida y una botella de agua.

—Come —dijo, dejando el plato en el suelo.

Andy no se movió. La observó con cautela, intentando descifrar sus intenciones. Ella notó su mirada y suspiró.

—Si quisiera envenenarte, ya estarías muerto —dijo sin rodeos.

—¿Quién eres? —preguntó Andy, su voz ronca por la falta de agua.

La mujer no respondió de inmediato. Se quedó de pie, observándolo como si estuviera evaluando algo.

—Mi nombre no importa —dijo finalmente—. Solo sé que si sigues desafiando a Caín, no saldrás vivo de aquí.

Andy soltó una risa seca.

—¿Y crees que si me someto, lo haré?

Ella inclinó la cabeza, como si su respuesta le hubiera causado cierta impresión.

—No —admitió—. Pero al menos tendrías una oportunidad de jugar su juego. Y si eres lo suficientemente listo, tal vez encuentres una forma de ganarlo.

Andy la miró fijamente. Había algo en su tono que le indicaba que ella también estaba atrapada en este lugar, aunque de una forma diferente.

—Tú no crees en Caín —dijo con voz baja—. Pero sigues aquí.

Ella no lo negó.

—Todos tenemos nuestras razones para sobrevivir —respondió, dándole la espalda—. La cuestión es si estás dispuesto a hacer lo que sea necesario para seguir con vida.

Andy sintió un escalofrío recorrer su espalda. Esa era la pregunta que siempre lo había atormentado.


Las horas pasaron lentamente, hasta que finalmente, la puerta se abrió de nuevo. Esta vez, no había duda de quién era.

Caín entró con su habitual sonrisa burlona, seguido de dos hombres armados. Se agachó frente a Andy y le dio una mirada divertida.

—¿Descansaste bien? —preguntó con tono casual—. Espero que sí, porque hoy tengo algo especial para ti.

Andy no respondió. No iba a darle el placer de una reacción.

Caín suspiró, fingiendo decepción.

—Siempre tan estoico… —murmuró—. Pero ya veremos cuánto tiempo puedes mantener esa actitud.

Hizo un gesto con la cabeza, y los guardias se acercaron. Sin previo aviso, uno de ellos le propinó un puñetazo en el estómago, sacándole el aire de los pulmones. Andy jadeó, pero se negó a doblarse.

—Llévenlo afuera —ordenó Caín—. Es hora de ponerlo a prueba.

Lo arrastraron por los pasillos hasta salir a lo que parecía ser un patio cercado con chatarra y escombros. Había varias personas reunidas, todas con la misma expresión de miedo y desesperanza. Eran prisioneros, como él. Y todos miraban hacia el centro, donde un círculo de hombres armados rodeaba una figura temblorosa.

Andy sintió que el estómago se le hundía.

Era Carla.

Tenía las manos atadas y el rostro sucio, pero lo que más le preocupó fue la expresión en sus ojos. Estaba aterrorizada.

Caín se acercó lentamente y puso una mano en el hombro de Andy.

—Bienvenido a mi pequeño espectáculo —dijo con voz baja—. Espero que estés listo para participar.

Andy sintió que la furia lo consumía, pero sabía que no podía hacer nada. No todavía.

Caín lo miró y luego señaló a Carla.

—Voy a darte una nueva opción, Andy —dijo—. Puedes pelear por ella… o verla morir.

El silencio cayó sobre la multitud. Andy sintió que su corazón latía con una fuerza incontrolable. Sus puños se cerraron. Su mente trabajaba a toda velocidad, buscando una salida.

Pero en el fondo, ya sabía la respuesta.

Se enderezó y clavó la mirada en Caín.

—Si quieres que pelee… entonces más te vale estar listo para la guerra.

Caín sonrió. Pero esta vez, había algo en sus ojos. Algo que Andy reconoció al instante.

Interés.

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