Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 47


Capítulo 47: La prueba

Andy sintió el sudor frío recorrer su espalda mientras la voz de Caín resonaba en la celda como un eco maldito.

—Voy a darte una opción. Puedes unirte a nosotros y demostrarme que tienes lo necesario para sobrevivir… o puedes ver cómo desangro a tus amigos frente a ti, uno por uno.

El silencio era espeso, sofocante. Carla y Scot estaban a su lado, sus cuerpos tensos. El único sonido era la respiración contenida de sus compañeros de celda. Afuera, el rugido de los infectados en la distancia recordaba que este mundo ya no pertenecía a los vivos, sino a los más fuertes. Y Caín, sin duda, era uno de ellos.

Andy no respondió de inmediato. Enfrentó la mirada del hombre a través de los barrotes. Ojos oscuros, vacíos, como si toda humanidad hubiera sido arrancada de él hace mucho tiempo. Había conocido a muchos monstruos en este apocalipsis, pero ninguno como este.

Caín inclinó la cabeza, divertido con la resistencia silenciosa de Andy.

—Sabes, chico, me recuerdas a alguien. Alguien que creía en la esperanza, en la lealtad. ¿Y sabes qué pasó con él? —Caín sacó un cuchillo de su cinturón y lo giró entre sus dedos con precisión letal—. Lo destripé con mis propias manos.

Andy apretó los puños. La rabia hervía dentro de él, pero no podía dejarse llevar. No aún. Cada movimiento tenía que ser calculado.

—No soy como los demás. —La voz de Andy fue firme, sin rastro de miedo.

Caín sonrió, casi con admiración.

—Eso quiero verlo.

Sin previo aviso, Caín sacó su cuchillo y lo lanzó en dirección a Carla. Andy reaccionó al instante, empujándola fuera del camino. La hoja pasó rozando su brazo y se clavó en la pared de concreto.

Caín soltó una carcajada.

—Reflejos rápidos. Me gusta. —Se giró hacia sus hombres, un grupo de desalmados con miradas de desprecio—. Sáquenlo de ahí. Vamos a ponerlo a prueba.

Las puertas de la celda se abrieron con un chirrido metálico. Andy sintió las manos ásperas de los guardias arrastrándolo fuera. Carla y Scot intentaron intervenir, pero los golpearon antes de que pudieran hacer algo. Andy forcejeó, pero sabía que no tenía opción.

—Déjalos en paz —gruñó, su voz llena de furia.

Caín lo ignoró y lo llevó a un amplio espacio iluminado por antorchas y fogatas. En el centro, un círculo de hombres observaba con anticipación. Andy fue empujado dentro del círculo de tierra seca y polvorienta. Frente a él, un hombre imponente, con el rostro cubierto de cicatrices y un bate con púas en la mano, lo miraba con una sonrisa torcida.

—Si quieres sobrevivir aquí, tienes que demostrar que eres digno —anunció Caín—. Pelea, o muere.

El hombre se lanzó sobre Andy sin aviso. Andy apenas logró esquivar el primer golpe del bate, sintiendo el viento silbar junto a su rostro. No tenía armas, no tenía ventaja, pero tenía algo que Caín no entendía: la voluntad inquebrantable de proteger a los suyos.

Los segundos siguientes fueron un torbellino de movimientos. Andy esquivó un golpe, usó su agilidad para atacar los puntos débiles del oponente. Patadas a las rodillas, golpes al estómago. Pero el otro hombre era fuerte y cada impacto que Andy recibía lo debilitaba más.

Un puñetazo en el rostro lo arrojó al suelo. Saboreó la sangre en su boca mientras el mundo giraba a su alrededor. El murmullo de la multitud era un eco lejano. Vio a Carla y Scot en la distancia, con expresiones de horror en sus rostros.

No podía perder.

No aquí.

Con un grito de rabia, Andy rodó justo cuando el bate descendía para aplastarle el cráneo. Agarró un puñado de tierra y lo lanzó a los ojos del enemigo. El hombre gruñó y retrocedió, cegado. Andy aprovechó el momento para abalanzarse sobre él y golpear con todas sus fuerzas. Uno, dos, tres golpes directos al rostro hasta que el otro cayó al suelo sin moverse.

Silencio.

Luego, una carcajada.

Caín aplaudió lentamente, deleitado.

—Impresionante. —Se acercó y le extendió la mano a Andy—. Pero esto es solo el principio. ¿Estás listo para el verdadero infierno?

Andy no tomó su mano. En cambio, lo miró directamente a los ojos.

—He estado en el infierno desde el primer día de este apocalipsis. Y todavía sigo en pie.

Caín sonrió, pero esta vez, había algo diferente en su mirada. Algo más oscuro.

—Entonces veamos cuánto más puedes resistir antes de romperte.

Andy sintió un escalofrío. No por el dolor en su cuerpo, ni por la amenaza en las palabras de Caín.

Sino porque, por primera vez, se preguntó si realmente podía ganar esta batalla.

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