Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 44


Capítulo 44: La promesa

Quinto día en esta escuela...

El sol comenzaba a ocultarse entre los escombros de la ciudad, tiñendo el cielo de tonos naranjas y morados. Pero... ¿Y si el verdadero error no fue quedarse aquí… sino creer que aún tenían otra opción?

Carla estaba sentada contra una pared, con las rodillas abrazadas a su pecho. Miraba fijamente el suelo, perdida en sus pensamientos. Andy, que revisaba las mochilas en busca de provisiones, la observó de reojo. Con el tiempo, había aprendido a leer sus silencios.

—Hey —llamó con suavidad—. Otra vez estás callada.

Carla tardó en responder. Finalmente, levantó la cabeza y lo miró con una sonrisa cansada, aunque cálida.

—Solo pensaba en todo lo que hemos pasado. Y en lo que viene después.

Scot, que estaba afilando su cuchillo junto a la entrada, bufó con una sonrisa irónica.

—Lo que viene después es más mierda. Siempre lo es.

Andy le lanzó una mirada reprobatoria, pero Carla soltó una risa breve. Una risa sincera, aunque amarga.

—Tal vez tengas razón —dijo—. Pero lo que quiero decir es... nosotros seguimos aquí. Hemos perdido tanto, y sin embargo... seguimos juntos.

Scot dejó el cuchillo a un lado y los miró a ambos con seriedad.

—Saben, en el ejército nos decían que el lazo entre soldados es lo más parecido a una familia. Yo nunca lo entendí del todo... hasta ahora.

Andy asintió lentamente. No lo había dicho en voz alta antes, pero sentía lo mismo. Carla y Scot eran lo más cercano a una familia que le quedaba. Y haría lo que fuera por ellos.

Carla respiró hondo y se pasó una mano por el rostro.

—Si alguno de nosotros muere...

—No lo haremos —interrumpió Andy con firmeza.

Carla lo miró fijamente, sus ojos reflejaban cansancio, pero también una determinación inquebrantable.

—Andy... sabemos que es una posibilidad. Hemos visto morir a demasiadas personas. Pero si pasa, quiero que prometamos algo. Que no seremos como los demás. Que no dejaremos que esto nos rompa. Que seguiremos adelante, sin importar qué pase.

Scot apretó la mandíbula. No le gustaba hablar de la posibilidad de perderlos, pero Carla tenía razón.

—Joder... —murmuró, antes de soltar un suspiro—. Lo prometo.

Andy sintió un nudo en la garganta, pero asintió con firmeza.

—Lo prometo.

Carla cerró los ojos por un momento antes de asentir también.

—Lo prometo.

Por un instante, el silencio cayó sobre ellos. Pero no era un silencio pesado ni doloroso. Era un entendimiento compartido, una certeza inquebrantable. Pase lo que pase, no se rendirían. No ahora, no nunca.

Scot los miró con una expresión extrañamente vulnerable. No era un hombre de muchas palabras cuando se trataba de emociones, pero en ese momento, lo sintió necesario. Se acercó a Andy y Carla, y sin decir nada, los atrajo hacia él en un abrazo fuerte, cálido y sincero.

Carla se aferró a él con una pequeña sonrisa temblorosa, y Andy, al principio sorprendido, terminó cerrando los ojos y correspondiendo el gesto. Por primera vez en mucho tiempo, sintieron que no estaban solos en ese infierno.

Desde afuera, el sonido de los infectados resonó en la distancia, pero dentro de aquel refugio improvisado, por un momento, sintieron que podían respirar.

El lazo entre ellos se había sellado con una promesa. Y en un mundo donde la muerte acechaba en cada esquina, una promesa y un abrazo eran lo único que los mantenía en pie.

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