Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 39
Capítulo 39: En medio de la tormenta
La noche se asentaba pesadamente sobre la ciudad en ruinas. La lluvia caía en un constante murmullo, arrastrando consigo el polvo y la ceniza de un mundo que alguna vez fue. El refugio subterráneo que habían encontrado parecía un buen lugar para quedarse, pero no por mucho tiempo. El aire estaba cargado de un silencio tenso, roto solo por el ocasional crujido del metal y el murmullo lejano de los infectados.
Andy se sentó en el suelo, observando al hombre y su hija mientras comían un poco del alimento que habían conseguido. La niña, de no más de seis años, abrazaba fuertemente a su padre, como si temiera que él desapareciera en cualquier momento.
—Gracias… —murmuró el hombre, sin levantar la mirada.
Scot se cruzó de brazos, apoyándose contra la pared. —Descansen esta noche. Mañana seguirán su camino. —Su tono era firme, sin espacio para negociaciones.
Carla le lanzó una mirada desaprobatoria, pero no dijo nada. Sabía que Scot no quería más personas en el grupo, no después de todo lo que habían perdido.
Andy miró al hombre y suspiró. Cada elección tenía un precio, y él aún no sabía si estaba dispuesto a pagarlo.
El sol apenas comenzaba a iluminar el cielo grisáceo cuando el grupo se preparó para separarse. El hombre tomó a su hija de la mano y se acercó a Andy.
—No sé cómo agradecerles —dijo con sinceridad.
Andy le entregó una pequeña navaja y un mapa garabateado con rutas seguras. —Sigue por esta calle y llegarás a las afueras de la ciudad. Hay menos infectados ahí. —Hizo una pausa antes de añadir— Buena suerte.
El hombre asintió y, con un último vistazo de gratitud, se marchó con su hija. Andy los observó hasta que desaparecieron entre las sombras.
—No podemos salvar a todos —murmuró Scot.
Andy cerró los ojos por un momento. Pero eso no significaba que no debía intentarlo.
Esa noche, mientras descansaban en su nuevo refugio, el pasado regresó a Andy con la fuerza de una tormenta. Soñó con el primer día del apocalipsis.
Andy, Carla y Scot huían por las calles en caos, esquivando a los infectados. La desesperación los llevó hasta su hogar. Entraron apresurados, asegurando puertas y ventanas. Su respiración era agitada, sus corazones latían con furia.
Entonces, el teléfono sonó. Y escuchó como sus padres morían por el teléfono, aquello era muy desgarrador. Algo que lo marcaría para siempre.
Se despertó con un jadeo, el sudor frío cubriendo su frente. Las palabras de Wolfe resonaban en su cabeza.
—Si sobrevives lo suficiente… tal vez seas tú.
Andy se sentó, respirando con dificultad. No. No sería como Wolfe. No se convertiría en un monstruo. Pero entonces, ¿por qué sentía que cada día estaba más cerca de ello?
A la mañana siguiente, el grupo se preparó para moverse. Carla lo miró con preocupación.
—¿Estás bien?
Andy asintió. Mentir se había vuelto fácil.
Con la ciudad aún sumida en el caos, la única opción era seguir adelante. Pero Andy sabía que el pasado no se quedaba atrás. Lo seguía, lo atormentaba. Y lo peor de todo, era que no sabía si algún día podría escapar de él.
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