Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 40
Capítulo 40: Caminos Marcados por el Pasado
El frío de la mañana se filtraba entre los edificios destruidos mientras Andy, Carla y Scot avanzaban con cautela por las calles desiertas. El silencio solo era interrumpido por el viento, que arrastraba hojas secas y cenizas. El amanecer teñía el cielo de tonos naranjas y rosados, una belleza inquietante en medio de la desolación.
Habían caminado gran parte de la noche, alejándose lo más posible de San Juan de Lurigancho. El encuentro con el hombre y su hija había dejado huella en Andy, aunque trataba de ocultarlo. No podía dejar de pensar en el miedo en los ojos de la niña, en la desesperación de su padre. Le recordaban demasiado a sí mismo.
Scot, cojeando levemente por su herida aún en recuperación, hizo una seña con la mano.
—Descansamos aquí —dijo, señalando una escuela abandonada.
Ellos entraron y revisaron todo el lugar. Para su suerte, no encontraron a ningún infectado u otra persona adentro.
—Por fin algo de calma. Este lugar es perfecto para quedarnos algunos días —murmuró.
Andy asintió, pero su mente estaba lejos de estar en paz. Se quedó mirando por una ventana rota, observando el horizonte. Su reflejo en el vidrio le devolvió una mirada que no reconocía del todo. ¿Cuánto había cambiado desde el inicio de todo esto?
Scot se sentó con dificultad, revisando su vendaje. Carla lo observó con atención.
—Oye, Scot… Nunca nos contaste mucho sobre ti —dijo Carla, con curiosidad en la voz.
Scot levantó la mirada, sorprendido por la pregunta. Andy también giró la cabeza, interesado. Era cierto. Sabían que había sido militar, que había perdido a su compañero Ethan… pero no mucho más.
El hombre suspiró pesadamente y apoyó la cabeza contra la pared, mirando al techo con expresión distante.
—No hay mucho que contar —respondió con voz ronca.
Carla frunció el ceño, cruzándose de brazos.
—Eso no es verdad. Todos tenemos algo que nos trajo hasta aquí. Algo que nos hace seguir adelante- Su voz tembló apenas, y bajó la mirada, como si buscara convencerse a sí misma.
Scot dejó escapar un resoplido, como si estuviera debatiéndose entre responder o simplemente dejar el tema morir. Se pasó una mano por la nuca y, tras un momento de silencio, habló.
—Mi viejo era soldado —murmuró—. Y no de esos que solo se ponen el uniforme y siguen órdenes. No, él realmente creía en lo que hacía. Hablaba de disciplina, de honor, de proteger a los que no pueden protegerse solos… Y yo me lo tragué todo.
Andy y Carla intercambiaron una mirada, notando el tono agridulce en su voz.
—Así que cuando tuve la edad suficiente, me enlisté. No porque alguien me obligara, sino porque quería ser como él. Quería demostrarle que era lo bastante fuerte, lo bastante bueno.
Scot dejó escapar una risa seca, sin rastro de humor.
—Pero la guerra no es como en los discursos. No hay honor cuando ves a tus compañeros morir, cuando disparas a alguien y no sabes si lo merecía o solo estaba en el lugar equivocado. La guerra es un montón de mierda envuelta en banderas y promesas vacías.
Carla parpadeó, sorprendida por la crudeza de sus palabras. Andy se mantuvo en silencio, procesando cada frase.
Scot apoyó un codo en su rodilla y frotó su rostro con cansancio.
—Ethan… él era diferente. No veía solo misiones, objetivos o amenazas. Veía personas. A él le importaban. Decía que sobrevivir no era suficiente, que había que encontrar algo por lo que valiera la pena seguir adelante.
Sus dedos tamborilearon contra su pierna, un tic nervioso que delataba la tensión en su interior.
—Y por eso murió —continuó, con la voz más baja—. Porque se negó a dejar a alguien atrás. Porque creyó que podía salvar a todos.
El silencio se instaló en la habitación, pesado como una losa.
—¿Por eso nos proteges? —preguntó Carla en voz baja.
Scot alzó la mirada, sus ojos afilados pero opacos, como si una parte de él estuviera atrapada en algún lugar lejano.
—Tal vez —dijo, encogiéndose de hombros—. O tal vez simplemente me niego a dejar que todo se convierta en un infierno sin sentido.
Y con eso, el tema quedó cerrado.
Andy sintió un escalofrío. No era muy diferente a lo que él mismo pensaba… o a lo que Wolfe le había dicho antes de morir.
Se removió incómodo y cambió de tema.
—Debemos decidir nuestro próximo paso. No podemos seguir vagando sin rumbo.
Scot asintió, agradecido por la distracción. Carla, sin embargo, lo miró con una mezcla de curiosidad y preocupación. Sabía que Andy evitaba hablar de sí mismo, que siempre llevaba todo dentro. Pero tarde o temprano, también tendría que enfrentarse a su pasado.
Por ahora, se quedaron en silencio, disfrutando la efímera tranquilidad que les ofrecía aquel refugio. Pero en un mundo como este, la calma nunca duraba demasiado.
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