Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 4
Capítulo 4: La decisión
El aire en el almacén estaba cargado de tensión. Andy sintió su corazón latir con fuerza en el pecho mientras observaba las siluetas moverse afuera. No eran infectados, eso estaba claro. Eran personas, un grupo de sobrevivientes, pero en este nuevo mundo eso no significaba que fueran aliados.
Scot mantuvo su arma firme y levantó la mano, señalando a Andy y Carla que no hicieran ruido. Carla tragó saliva y se aferró a su cuchillo. Andy sintió un nudo en la garganta. El hedor de la sangre seca flotaba en el aire. Trató de respirar profundo, pero su boca estaba seca, con un sabor metálico que le recordaba el miedo. En su mente, el eco de la llamada de sus padres muriendo a través del teléfono seguía persiguiéndolo, pero ahora no era momento para ceder al dolor.
Las sombras se movieron más cerca. Se escucharon voces apagadas por el viento nocturno. Scot, siempre calculador, se inclinó levemente y observó a través de una rendija en la puerta.
"Son cinco", susurró. "Tres hombres y dos mujeres. Van armados. Parecen organizados, pero... algo no me gusta".
Andy también miró. Uno de los hombres llevaba una escopeta colgada del hombro, y los otros estaban armados con machetes y bates. Sus rostros estaban tensos, curtidos por la supervivencia. No parecían simples refugiados buscando ayuda; parecían cazadores.
"¿Qué hacemos?", susurró Carla, con la voz temblorosa.
Scot tardó un par de segundos en responder. "No confío en ellos. No sabemos si han matado para conseguir lo que tienen. Si nos ven, podrían quitarnos nuestras provisiones, o peor".
Andy sintió un escalofrío. Hasta hace un par de días, la idea de que otras personas fueran un peligro nunca se le había pasado por la cabeza. Ahora, todo era diferente.
Los sobrevivientes afuera comenzaron a discutir. No parecían ponerse de acuerdo en algo. Uno de ellos agarró con fuerza el machete y lo clavó contra el cuello de otro, empujándolo contra la pared. Su rostro se llenó de furia y desprecio mientras sus palabras salían de su boca como cuchillos:
"¡Eres un maldito estúpido, un inútil! ¿De verdad crees que vales algo? Estás tan jodidamente perdido que ni siquiera mereces estar entre los vivos. Si no fuera porque el resto de nosotros aún necesita algo de carne que raspar, ya te habría dejado sangrar hasta morir. Sigue abriendo esa boca y lo haré por ti. ¡Eres un puto lastre, una carga! Te va a costar más que tu vida entenderlo".
Andy sintió un nudo en el estómago al ver cómo el hombre presionaba el filo del machete contra la piel de su compañero. Los ojos del amenazado se llenaron de terror, pero no dijo una palabra. ¿Cuánto tiempo llevaba bajo el yugo de ese sádico? Carla desvió la mirada, incapaz de seguir viendo. Andy, en cambio, no podía apartar los ojos. Porque ese podría ser él algún día.
Hasta que el hombre armado con la escopeta señaló hacia un costado de la calle y el grupo comenzó a moverse en esa dirección.
Scot aprovechó. "Este es el momento. Nos largamos de aquí".
"¿Y si nos ven?", preguntó Andy.
"No seremos rápidos. Seremos invisibles", respondió Scot, con su característica calma.
Con movimientos controlados, abrió la puerta trasera del almacén y salió primero, revisando los alrededores. Se agachó y tocó la tierra suelta del callejón. Huellas recientes. "Se movieron hace poco", murmuró. Luego levantó dos dedos y señaló hacia la derecha, una señal militar que Andy y Carla apenas entendieron, pero siguieron sin hacer preguntas.
La noche los envolvía en sombras. Avanzaron por un callejón angosto, esquivando escombros y autos abandonados. Andy sintió su respiración entrecortada, su pecho subiendo y bajando rápido por la adrenalina. El mango de su cuchillo resbalaba en sus manos sudorosas, pero lo sostuvo con más fuerza.
Detrás, los murmullos del grupo de desconocidos aún se escuchaban, pero no parecía que los hubieran notado.
Pasaron unos minutos que parecieron una eternidad. Finalmente, doblaron una esquina y se detuvieron en una intersección oscura. Scot alzó la mano para que esperaran.
"Bien, creo que los hemos perdido", murmuró.
Carla soltó un suspiro de alivio. "Eso fue aterrador".
Andy, en cambio, se sentía inquieto. "Ese grupo... era peligroso. Y si continúan por aquí, podrían encontrarnos más adelante".
Scot asintió. "Lo sé. Por eso tenemos que seguir avanzando. Entre más lejos estemos, mejor".
Andy sintió un peso en su pecho. Pensó en lo que acababan de presenciar. Hace una semana, su mayor preocupación era un examen de matemáticas. Ahora, su única preocupación era seguir respirando un día más. Miró a Carla y Scot, las únicas personas que le quedaban. No dejaría que este mundo se los arrebatara también.
Scot lo miró con seriedad. "Algunos ya lo son. Cuando el mundo se desmorona, hay quienes pierden su humanidad. Pero eso no significa que todos sean así. Y no significa que tú tengas que serlo".
Andy asintió lentamente. No estaba seguro de cuánto más podría soportar. Pero una cosa era clara: Scot y Carla eran lo único que le quedaba en este mundo caótico. No los perdería.
Sin decir más, el grupo siguió adelante, perdiéndose en la oscuridad de la ciudad.
El verdadero peligro apenas comenzaba.
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