Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 15
Capítulo 15: La fuga
La noche era densa y silenciosa, solo interrumpida por el crujir de la madera y el murmullo de los cazadores afuera. Andy, Carla, Eva, Scot y David estaban listos. Tomas, el prisionero que les había revelado el plan de escape, se movió primero, deslizándose por la penumbra con la destreza de alguien que había vivido entre sombras toda su vida.
"No hagan ruido," susurró, señalando una rendija en la pared. "Por aquí podemos movernos sin que nos vean."
Uno a uno, el grupo pasó por la rendija, aterrizando en un angosto pasillo lleno de cajas viejas y desperdicios. El olor a muerte impregnaba el aire, provocando que Carla se tapara la boca para no vomitar.
"Vamos," urgía Andy, adelantándose con Scot.
Las puertas del almacén crujieron cuando Eva empujó con fuerza, cerrándolas tras de sí. Un golpe seco. Un suspiro colectivo. Por fin… un respiro. Aunque sabían que no duraría.
Las luces colgantes parpadeaban débilmente. El lugar olía a metal oxidado, madera vieja… y pólvora.
—¿Están todos? —preguntó Carla, jadeando.
—Sí —respondió Andy, mirando rápidamente a Eva, al niño y a Scot—. Pero no hay tiempo. Mark podría venir detrás de nosotros.
Scot se adelantó, cojeando ligeramente, con la mirada fija en las estanterías oxidadas que cubrían las paredes del almacén. En ese momento, sus ojos se detuvieron en una silueta familiar, cubierta de polvo, entre cajas apiladas.
—No puede ser… —murmuró.
Caminó como si fuera guiado por un instinto antiguo, con el corazón acelerado. Y ahí estaba.
Su escopeta.
Apoyada contra un barril viejo, tal como él la recordaba. Las marcas en el cañón, el tejido raído del mango… era suya.
La tomó con cuidado, como quien recoge un pedazo de sí mismo perdido en la guerra.
—Pensé que la había perdido para siempre —susurró, recargando el arma con una firmeza que contrastaba con la rabia contenida en su rostro.
Andy y Eva, mientras tanto, se acercaron a una caja metálica con candado abierto. Al levantar la tapa, sus ojos se agrandaron.
—Pistolas —dijo Andy—. Cargadas.
—Son varias —agregó Eva, revisando los cargadores—. Esto es un milagro.
Carla se acercó rápido, tomando una con manos firmes, pero con el recuerdo fresco de las enseñanzas de Scot. Andy hizo lo mismo. Eva, sin decir una palabra, revisó dos cargadores y se metió uno en el bolsillo.
Scot los observó, apoyando la escopeta sobre su hombro.
—No es mucho, pero ahora estamos mejor armados que hace una hora.
Una risa seca escapó de sus labios. Había desesperación en el ambiente, pero también una chispa de esperanza.
—Tenemos armas… tenemos vida. Eso ya es más de lo que muchos allá afuera pueden decir.
Un golpe resonó desde el pasillo. El eco viajó por las paredes del almacén.
Carla abrazó al niño con fuerza. Andy apuntó su arma hacia la puerta.
Scot avanzó, colocándose al frente, la escopeta lista.
—No más cadenas. No más jaulas. Si vienen por nosotros… esta vez responderemos.
Sin embargo, el almacén también era un infierno de horrores. Cuerpos mutilados colgaban de ganchos oxidados, algunos apenas reconocibles como humanos. Eva desvió la mirada, pero David no pudo evitar contener un grito ahogado.
"Monstruos," susurró Carla, apretando los puños.
Andy se enfocó en la salida. La puerta trasera estaba al otro extremo del almacén, pero dos hombres armados la vigilaban. Tomas se inclinó y sacó un cuchillo improvisado.
"Debemos eliminarlos rápido y en silencio," dijo.
Scot asintió. "Deja uno para mí."
Antes de que pudieran reaccionar, Tomas se deslizó entre las sombras y clavó su cuchillo en el cuello de uno de los guardias. Scot atacó al otro, sujetándolo por la boca antes de quebrarle el cuello con un giro seco.
"Limpio," dijo Scot, sin una pizca de duda en su voz.
Andy asomó la cabeza fuera. La puerta conducía a un patio trasero, donde unas pocas fogatas iluminaban la zona. A lo lejos, algunos cazadores conversaban distraídos.
"Es ahora o nunca," dijo Eva.
Con el corazón latiendo con fuerza, el grupo se deslizó fuera. Manteniéndose agachados, avanzaron entre contenedores de metal hasta la valla de seguridad.
"¿Y ahora?" preguntó David.
"La trepamos," dijo Andy. "Rápido."
Carla fue la primera en subir, seguida de Eva y Tomas. Cuando Scot y David estaban a la mitad, un ruido atrajo la atención de uno de los cazadores.
"¡Eh, qué demonios--!"
No hubo tiempo para sigilo. Andy empujó a David hacia arriba y se giró justo cuando una bala silbó cerca de su cabeza.
"¡Corran!" gritó.
Los cazadores saltaron de sus asientos, algunos armados con machetes, otros con armas de fuego. Scot golpeó a uno con la culata de una pistola robada y lo dejó inconsciente.
Andy subió la valla justo cuando Mark salió del edificio con el ceño fruncido. "¡Deténganlos!"
Disparos iluminaron la oscuridad. Eva y Carla corrieron por un callejón angosto, seguidas de Tomas y David. Andy y Scot fueron los últimos en tocar suelo. Se dispersaron entre los escombros de la ciudad en ruinas, escondiéndose en la maleza y tras los autos abandonados.
"¿Los perdimos?" jadeó Carla.
Tomas escuchó. Nada. Silencio absoluto.
"Por ahora," dijo. "Pero nos buscarán."
Andy miró hacia atrás. Su corazón aún martillaba en su pecho, pero estaban vivos.
"Sigamos moviéndonos," ordenó. "Debemos alejarnos de aquí antes del amanecer."
Y con eso, desaparecieron en la noche, con la sombra de Mark acechándolos desde la distancia.
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