Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 29


Capítulo 29: El laboratorio

Carla sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El laboratorio estaba impregnado de un hedor insoportable, una mezcla de sangre seca y carne en descomposición. Eva, con el rostro pálido, se aferraba a su mochila como si fuera su único ancla a la cordura. Frente a ellas, el Dr. Adrian Vance escribía en un cuaderno, con la tranquilidad de quien está en casa. No parecía perturbado por la presencia de las dos intrusas.

—Sabía que tarde o temprano alguien llegaría hasta aquí —comentó el doctor sin levantar la vista. —Es admirable, realmente. La mayoría no pasa del primer filtro.

Carla intercambió una mirada rápida con Eva. No había guardias en la habitación, pero sabían que no podían bajar la guardia. El científico estaba demasiado tranquilo.

—¿Qué es este lugar? —preguntó Carla, sujeta firmemente a su cuchillo.

Vance sonrió, como si le divirtiera la pregunta.

—Este lugar es la cúpula del conocimiento. Aquí, en estas jaulas, y en estas paredes ensangrentadas, yace la clave para la supervivencia de la humanidad.

“¿Ven sus ojos? No hay maldad ahí. Solo hambre. Como en las calles de Lima antes del colapso. La única diferencia es que ahora ya no pueden fingir que son civilizados.”

Eva miró con horror a los infectados encerrados en las células de cristal. Algunos estaban sujetos con gruesas correas de metal, otros con tubos insertados en sus venas. Parecía que habían sido usados para experimentos.

—¿Supervivencia? —repitió Carla, con la voz cargada de incredulidad. —¿Experimentas con personas vivas?

—Estas personas ya estaban muertas —corrigió Vance, con calma. —Solo les di un propósito final. ¿De verdad creen que este virus no es manipulable? ¿Que no hay forma de entenderlo, domesticarlo?

Eva sintió náuseas. —Tú creaste esto… ¿no es cierto?

El científico rió suavemente y finalmente alzó la vista hacia ellas. Sus ojos reflejaban una inteligencia aguda, pero también una peligrosa falta de empatía.

—Digamos que ayudé a comprenderlo mejor. Y ahora, el General Wolfe quiere usar mi trabajo para algo mucho más grande.

Carla sintió un nudo en el estómago. Esto era peor de lo que imaginaba. Si el virus podía ser manipulado, significaba que alguien como Wolfe podía convertirlo en un arma.

“¿Cómo pudiste hacer esto? ¿Qué clase de monstruo juega con vidas humanas como si fueran ratas?”

“¿Y la moral? Dime, ¿cuándo en la historia sirvió para evitar una guerra? La ética es una cadena que los poderosos rompen cuando ya no les conviene.”

Al escuchar estas palabras, Carla se quedó paralizada, sin decir ninguna palabra.

—Si de verdad quieres ayudar a la humanidad, détente —dijo Eva, con voz temblorosa.

Él se rio levemente. —Ya es demasiado tarde para detenerlo. Pero tal vez… ustedes puedan verlo con sus propios ojos.

Vance giró una perilla en una de las consolas. Un gas denso y verde empezó a salir de las rejillas superiores. Con tranquilidad, se colocó una máscara de gas.

—No des un paso más —gritó Carla, apuntándole directo al pecho—. ¡Apaga esto! ¡No tienes derecho a jugar con la vida como si fueras un dios!

Vance ladeó la cabeza, como quien observa a un niño ingenuo.

—¿Derecho? Yo no pedí permiso al mundo para intentar salvarlo... simplemente hice lo que nadie más se atrevió a hacer.

—¿Salvarlo? —disparó Eva, con tono de asco—. Convertiste personas en monstruos solo para probar tus teorías. ¿Ese es tu concepto de salvación?

Una pequeña risa vibró desde su garganta. Luego, con rapidez, Vance lanzó un frasco contra el suelo. El vidrio se rompió y una nube púrpura se expandió violentamente. Carla y Eva tosieron, retrocediendo, mientras él sacaba de su bata una pistola con dardos químicos.

—Las guerras no se ganan con justicia... se ganan con control. Y eso, queridas niñas, es lo que siempre han tenido los verdaderos ganadores: control sobre el miedo, el dolor y la muerte.

Carla disparó, rozándole el brazo, pero él se cubrió con una mesa metálica. El científico se movía rápido, con precisión quirúrgica. Desde una repisa, lanzó otro frasco. Esta vez, la sustancia provocó un incendio repentino que iluminó con llamas verdosas una parte del laboratorio.

—¡Estás loco! —gritó Carla, tapándose la boca con una tela mientras disparaba hacia las sombras—. ¡La gente no necesita ser controlada como animales!

—¿No? —dijo él, apareciendo entre el humo como una figura infernal—. Míralos allá afuera... políticos que mienten, redes que manipulan, masas que se tragan todo mientras sus derechos desaparecen con un clic.
Yo solo aceleré el proceso.
En vez de likes, les doy mordidas.

Eva le disparó en el hombro. Gritó de dolor y cayó de rodillas, pero en lugar de suplicar... rió.

—La diferencia es que ellos mienten desde una pantalla —dijo Eva, jadeando—. Tú lo haces cara a cara… y con sangre.

—Y eso —respondió Vance, escupiendo sangre— me hace más honesto.

El fuego empezaba a devorar parte del laboratorio. El humo, la sangre y el gas formaban una escena apocalíptica. Carla disparó una última vez y el impacto hizo que Vance chocara contra la consola eléctrica. Se electrocutó brevemente, su cuerpo tembló... pero siguió sonriendo. Se arrastró hasta la palanca roja.

Carla se acercó con la pistola en alto. Dudó. Estaba a un disparo de detenerlo. Pero Vance la miró a los ojos con una calma tan profunda que parecía sobrenatural.

—¿Y sabes lo más hermoso de todo esto? —susurró, mientras su mano temblorosa tocaba la palanca—.
Ni tus balas…
Ni tu moral…
Pueden detener lo inevitable.
Ustedes aún creen que el mundo puede volver a ser como antes.
Pero el mundo de antes…
ya era un virus.

Antes de que Carla pudiera reaccionar, Vance presionó un botón en su escritorio. Un fuerte estruendo resonó en la habitación cuando las jaulas de contención comenzaron a abrirse.

Recuerden esto...

La humanidad creó a sus propios monstruos... Yo solo les devuelvo el espejo.”

—¡Corre! —gritó Carla, empujando a Eva hacia la salida.

Los infectados rugieron con hambre, lanzándose contra las puertas ahora liberadas. Algunas cadenas se rompieron con facilidad, y los gruñidos de las criaturas resonaron en el aire. Vance se levantó con calma, alejándose de la mesa.

“El orden murió el día que el conocimiento fue silenciado. Lo que viene ahora… es la consecuencia.”

Carla sacó su pistola y disparó hacia él, pero Vance se agachó con rapidez, evitando el tiro. Las criaturas, liberadas, comenzaron a abalanzarse contra todo lo que estuviera vivo en la habitación.

Carla y Eva salieron corriendo por el pasillo, sintiendo los gritos y los gruñidos tras ellas. Necesitaban encontrar a Andy y Scot. Necesitaban salir de allí, antes de que fuera demasiado tarde.

Pero lo peor de esta ciudad apenas estaba comenzando.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 1

Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 3

Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 2