Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 21


Capítulo 21: Cenizas del pasado

El amanecer los encontró en un edificio en ruinas, una vieja tienda saqueada hace tiempo. Las estanterías estaban vacías, las paredes cubiertas de grafitis y moho. Se refugiaron en la trastienda, donde las sombras ocultaban su miseria.

Carla no había dicho una palabra desde que escaparon. Seguía arrodillada en un rincón, abrazándose a sí misma, con la mirada fija en el suelo. Sus ojos estaban hinchados y rojos, pero no había lágrimas. Ya no le quedaban.

Andy la observó, con la sensación de que si la tocaba, ella se rompería. Había visto muchas muertes, demasiadas, pero ninguna como esta. David era un niño. Un niño que confió en ellos, que creyó en algo mejor. Y ahora, solo quedaba un vacío imposible de llenar.

Scot limpiaba su arma, con movimientos metódicos y silenciosos. Pero su expresión era sombría. Se notaba que también estaba afectado. Eva se abrazaba las piernas, temblando ligeramente. El eco de los disparos aún resonaba en su cabeza.

El aire era pesado. El mundo entero parecía haberse detenido en esa habitación.

Fue Carla quien rompió el silencio.

—Voy a matarlo.

Su voz era hueca, desprovista de la calidez de antes. Andy levantó la vista. Scot se detuvo. Eva tragó saliva.

—Voy a matarlo —repitió Carla, con los puños cerrados. Levantó la cabeza, y en su rostro ya no había tristeza, solo odio puro—. Isaac no merece seguir respirando.

Andy intercambió una mirada con Scot. Sabían que esto no sería fácil. Isaac tenía una comunidad entera siguiéndolo, creyendo en sus ideales. No podían ir simplemente y asesinarlo. Pero entendían a Carla. Lo entendían demasiado bien.

—Te ayudaremos —dijo Andy finalmente, con voz firme.

Carla lo miró, buscando algún rastro de duda en él. No lo encontró.

Scot suspiró.

—Nos estamos metiendo en un infierno, pero no pienso quedarme de brazos cruzados.

Eva asintió, aunque su expresión mostraba miedo. —Si hay una oportunidad de acabar con él… la tomaremos.

Por primera vez en horas, Carla cerró los ojos y exhaló. Seguía rota, pero había algo que la mantenía en pie: la venganza.


El día avanzó lentamente. Se turnaron para descansar, aunque el sueño era inalcanzable. Sus cuerpos pedían reposo, pero sus mentes seguían atrapadas en la noche anterior.

Scot estudió el área desde el techo. La ciudad en ruinas se extendía ante ellos, silenciosa, espectral. No se veían infectados cerca, pero eso no significaba que no estuvieran allí. En un mundo como este, el peligro nunca desaparecía del todo.

Cuando regresó con los demás, encontró a Andy trazando un plan.

—Necesitamos armas —dijo—. No podemos enfrentar a Isaac con lo que tenemos ahora. Su gente está armada hasta los dientes. Nosotros tenemos unas cuantas balas y un cuchillo oxidado.

—Podríamos buscar en las estaciones de policía —sugirió Scot—. O en las armerías. Aunque dudo que quede mucho.

—Había un refugio militar no muy lejos de aquí —dijo Eva, con voz vacilante. Todos la miraron—. Cuando viajaba con mi grupo, escuchamos rumores sobre él. Algunos decían que fue evacuado, pero otros aseguraban que todavía había suministros allí.

Andy asintió. —Es nuestra mejor opción.

Carla se levantó. —Entonces no perdamos el tiempo.


El viaje hasta el refugio no fue fácil. Atravesaron calles infestadas de infectados, evitando enfrentamientos innecesarios. La tensión estaba en el aire, cada sombra era una amenaza, cada sonido un posible peligro.

Cuando finalmente llegaron, encontraron un edificio semiderruido con una cerca de alambre alrededor. Las puertas estaban abiertas de par en par.

—Esto no me gusta —murmuró Scot.

Avanzaron con cautela. El interior estaba cubierto de escombros y sangre seca. Cartuchos de bala vacíos esparcidos por el suelo indicaban que hubo un enfrentamiento.

Eva tragó saliva. —Si hay algo aquí, no seremos los primeros en buscarlo.

Andy se agachó, inspeccionando el suelo. —Pisadas frescas. No estamos solos.

Un gruñido resonó en la oscuridad.

Los infectados emergieron de las sombras, tambaleándose, hambrientos.

—Mierda, nos vieron —susurró Scot, levantando su arma.

Carla sacó su cuchillo. No podían fallar ahora. Si querían venganza, si querían justicia para David, debían sobrevivir primero.

Y eso significaba luchar.

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