Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 22
Capítulo 22: Seguir adelante
El eco de los disparos se disipó entre las ruinas del edificio. Por suerte, solo unos pocos infectados se interponían en su camino. Sin dudarlo, alzaron sus armas y se enfrentaron a ellos. No podían detenerse. El último infectado cayó con un sonido húmedo al chocar contra el suelo. Scot bajó su arma y escaneó los alrededores, asegurándose de que no quedaran amenazas inmediatas.
—¿Todos bien? —preguntó con voz firme.
Eva asintió, aún temblando. Andy exhaló, sintiendo el peso de la batalla sobre sus hombros. Carla, en cambio, permanecía en silencio, con la mirada perdida en el cuchillo ensangrentado en su mano.
El grupo se reagrupó en una esquina del edificio. Había muebles rotos, restos de cadáveres y una sensación de vacío que solo acentuaba la tragedia de su viaje. Encontraron provisiones: algunas latas de comida en un gabinete volcado, municiones dispersas entre los escombros. Lo básico para seguir adelante.
Pero Carla seguía inmóvil.
Andy se acercó con cautela. Se arrodilló frente a ella y notó sus ojos enrojecidos, su expresión endurecida por el dolor.
—Carla… —dijo con suavidad, sin respuesta.
Ella respiró hondo, pero no lo miró. Sus manos estaban crispadas sobre su cuchillo, como si aferrarse a él la mantuviera en una realidad que amenazaba con devorarla.
—No puedo seguir así, Andy. No después de lo que pasó. —Su voz temblaba, aunque intentara disfrazarla con dureza—. David… él no merecía ese final. Ninguno de nosotros lo merece.
Andy sintió un nudo en el pecho. Sabía lo que era esa sensación. La impotencia, la culpa, la furia. Lo había sentido cuando escuchó la voz de sus padres por última vez, suplicando ayuda antes de que todo se volviera estático en el teléfono. Sabía lo que era perder todo en un instante y sentirse vacío después.
Se sentó a su lado, sin presionarla, solo dejando que su presencia hablara por sí misma. Tras unos segundos de silencio, dijo:
—Cuando todo comenzó, yo no era fuerte. No como tú, no como Scot. Lloré, me rompí, sentí que el mundo me había arrebatado todo. Pensé que nunca podría seguir adelante. Pero lo hice. Y no fue porque la vida se volvió más fácil. Fue porque entendí algo.
Carla finalmente lo miró. Sus ojos estaban llenos de preguntas.
—¿Qué entendiste? —susurró.
Andy sostuvo su mirada con determinación.
—Que seguir adelante no es olvidar a los que perdimos. Es honrarlos. Es no dejar que su muerte haya sido en vano. —Hizo una pausa y tomó aire—. David te veía como alguien fuerte. Como alguien en quien confiar. No le fallaste, Carla. No fallaste. Y si él estuviera aquí, querría verte de pie, luchando.
Carla sintió cómo su pecho se apretaba. Apretó los labios y bajó la mirada, permitiendo que unas pocas lágrimas cayeran sobre sus manos ensangrentadas. Se limpió el rostro con el dorso de la mano, inhaló profundamente y, por primera vez en días, sintió un destello de algo más allá del dolor.
De pronto, Scot, se acercó con pasos lentos a donde estaban Carla y Andy.
Él se agachó a su lado y habló con una voz suave, muy distinta a la firmeza con la que solía dar órdenes.
—Lo siento, Carla... —dijo, con los ojos enrojecidos, sin ocultar el dolor—. Sé lo que es perder a alguien que juraste proteger. A veces… hacemos todo lo que está en nuestras manos y aun así no es suficiente.
—Él murió Scot… murió gritando mi nombre. Y yo… no pude hacer nada…
Scot bajó la mirada, recordando a Ethan. Respiró hondo y colocó una mano firme sobre el hombro de Carla.
—Cada vida que intentamos salvar… importa. Aunque no logremos protegerlas todas, eso no le quita valor al intento. No eres débil por llorar. Eres fuerte por seguir aquí, por seguir luchando… por seguir sintiendo.
Andy asintió.
—Esto duele, lo sé… pero si dejamos que este dolor nos destruya, entonces sí habremos perdido de verdad. No por él. No por nosotros. No ahora.
Carla levantó la mirada, rota, pero con una chispa de reconocimiento. Una pequeña chispa que Andy y Scot supieron leer. Era la señal de que no estaba vencida, solo herida… como todos ellos.
Por un momento, el mundo a su alrededor —las ruinas, el silencio roto por gruñidos lejanos, el olor a muerte— desapareció. Solo eran tres personas, recordando lo que aún los hacía humanos.
Eva también se le acercó con cautela, sabiendo que las palabras en ese momento podían ser puñales o bálsamos. La miró directo a los ojos. Aún con los ojos hinchados por tantos días de llanto, reunió las pocas fuerzas que le quedaban… porque entendía que Carla necesitaba algo más que silencio.
—Carla… no tienes que cargar con esto sola. No eres la única que siente que el mundo se le cae encima cada vez que perdemos a alguien. Yo también quise rendirme muchas veces… pero ver que tú seguías luchando me hizo seguir a mí también.
Ella continuó, con la voz suave pero firme.
—Ese niño… te adoraba. Se aferró a ti como si fueras su hogar. Y aunque ya no esté… tú fuiste ese hogar, aunque fuera por poco. Y eso vale. Vale más que todo este infierno.
—No dejes que este mundo apague lo que hay en ti, Carla. Porque cuando tú crees que no estás haciendo nada… en realidad, estás sosteniéndonos a todos.
—Tienen razón... Andy... Scot... Eva —susurró, con voz aún quebrada, pero más firme—. No voy a detenerme. No voy a dejar que esto me consuma.
Andy asintió. No necesitaban más palabras. Se puso de pie y le extendió una mano. Carla la tomó, sintiendo su agarre fuerte y seguro. No estaban solos en esto.
Hasta que luego Scot tomó la palabra
—Tenemos que movernos. Si esta zona estuvo ocupada por alguien, puede que vuelvan pronto. —Miró a Carla y notó el cambio en su mirada. Su dolor no había desaparecido, pero ahora estaba enfocado en algo más. Asintió con aprobación—. Encontraremos un lugar mejor.
Carla se puso de pie, limpiando su cuchillo antes de guardarlo. Miró hacia el horizonte, con la determinación ardiendo en sus ojos.
—Sí. Y cuando llegue el momento, haremos que Isaac pague por todo lo que hizo.
El grupo se preparó para partir. Eva tomó una mochila con suministros, Andy verificó su munición y Scot lideró el camino. Carla, ahora con un propósito renovado, no iba a quedarse atrás.
Porque la lucha aún no había terminado. Apenas estaba comenzando.
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