Nuestra Lucha por la Supervivencia - Capítulo 31
Capítulo 31: No hay otra opción
La alerta resonaba por todo San Juan de Lurigancho, haciendo que el caos se desatara en cada rincón de la ciudad. Soldados armados corrían por las calles, revisando cada esquina, mientras los habitantes intentaban esconderse en sus refugios. El ambiente se había vuelto más hostil que nunca.
Andy, Carla, Scot y Eva se movían rápidamente entre los callejones oscuros, esquivando patrullas y refugiándose en las sombras. La ciudad era un laberinto, pero cada paso los llevaba más cerca de la salida o de una muerte segura.
—Si Wolfe atrapa a cualquiera de nosotros, estamos muertos —susurró Scot, asomándose por una esquina para revisar el camino.
—No podemos dejar que eso pase —afirmó Andy, con el ceño fruncido—. Necesitamos un plan.
—Primero, debemos encontrar una salida segura —dijo Carla, apretando su arma—. Luego, nos preocupamos por lo que sigue.
Eva, sin embargo, tenía la mirada perdida. Sus manos temblaban ligeramente. La realidad la estaba alcanzando: este lugar no era un refugio, sino una trampa mortal. Pero no podía permitirse flaquear ahora.
El grupo avanzó por un callejón estrecho hasta llegar a una zona con edificios derruidos. Parecía un área abandonada, pero sabían que cualquier movimiento en falso podía delatarlos.
De repente, se escucharon disparos en la distancia y un grito desgarrador. Eva se estremeció.
—Están matando gente… —susurró, con la voz quebrada.
Scot la miró con seriedad. —Es lo que hacen. Y lo harán con nosotros si nos quedamos quietos.
Carla tomó la delantera y condujo al grupo hacia un edificio semiderruido. Dentro, encontraron suministros básicos: algunas botellas de agua, vendas y un par de armas viejas.
—No es mucho, pero nos servirá —murmuró Andy, guardando una pistola en su cinturón.
Entonces, un estruendo los sobresaltó. Explosiones sacudieron la ciudad y, desde su escondite, pudieron ver enormes columnas de humo elevándose en el cielo nocturno. La resistencia dentro de San Juan de Lurigancho había comenzado a moverse.
—Alguien está peleando contra Wolfe —dijo Carla con una mezcla de sorpresa y esperanza.
—Y eso nos da una oportunidad —afirmó Scot—. Si las fuerzas de Wolfe están ocupadas, podemos encontrar una forma de salir de aquí.
—¿Y si nos aliamos con quien esté atacando? —preguntó Eva.
Andy negó con la cabeza. —No podemos confiar en nadie. No sabemos si son mejores que Wolfe o solo otro grupo con su propia agenda.
Antes de que pudieran seguir debatiendo, se escuchó un sonido metálico en la entrada del edificio. Todos se tensaron, armas en mano. Una figura emergió de la oscuridad. La amenaza que se había presentado en el pasado, Mark, apareció como un espectro del que no podían escapar:
—Vaya, vaya… Miren quiénes siguen con vida —dijo Mark, su voz cargada de una confianza perturbadora mientras su figura se acercaba, iluminada solo por la tenue luz de los incendios a lo lejos.
Carla fue la primera en reaccionar, apuntando su arma hacia él, pero no disparó. No había confianza, solo recuerdos del pasado que aún les dolían. Recordaban cómo los había capturado junto con su grupo de caníbales, cómo los había encerrado en aquellas celdas frías, con la intención de usarlos para satisfacer sus propios intereses macabros. Habían escapado por poco, pero Mark siempre estuvo un paso adelante, manipulando las circunstancias a su favor.
—¿Qué quieres? —preguntó Carla, con la voz firme, pero tensa.
Mark levantó las manos como si se rindiera, pero su sonrisa no era una muestra de sumisión. Era la sonrisa de un hombre que jugaba con ellos, disfrutando del juego.
—Relájense. No estoy aquí para venderlos —dijo con tono arrogante—. En realidad, tal vez tengamos un enemigo en común.
El nombre de Wolfe resonó en el aire como una amenaza palpable. La mención del tirano que había tomado el control de San Juan de Lurigancho hizo que el grupo se tensa aún más, pero Mark continuó.
—Sí, Wolfe —dijo, casi con diversión. —Y si quieren salir con vida de esta ciudad, me van a necesitar. No pueden seguir huyendo y esperando que la suerte les sonría. Wolfe tiene la ciudad controlada, pero él no es invencible. Y con su caída, también caerán sus seguidores.
Andy lo miró con desconfianza, pero no podía negar que la situación era desesperada. Estaban atrapados en la misma trampa, solo que ahora la amenaza no venía de ellos, sino de una fuerza aún más grande. Si querían sobrevivir, necesitaban algo más que esconderse.
—¿Qué propones? —preguntó Andy, tratando de mantener la calma.
Mark observó a cada uno de ellos, su mirada calculadora, como si estuviera evaluando cuánto podían soportar antes de romperse.
—Tengo información que ustedes no tienen, y lo más importante… tengo una forma de salir de aquí. La ciudad está colapsando, Wolfe no tiene los recursos que cree tener, y si queremos ver el amanecer, necesitamos trabajar juntos. Ustedes son buenos en lo que hacen, pero no son suficientes para hacerle frente a Wolfe sin un plan. Y sin mí, están condenados a morir aquí.
Las palabras de Mark fueron veneno envenenado, pero también una verdad que no podían ignorar. Habían sido sus enemigos, pero en este mundo devastado, los enemigos eran ahora las piezas que necesitaban para sobrevivir.
—¿Por qué deberíamos confiar en ti? —preguntó Eva, su voz vacilante, pero con una chispa de duda.
Mark hizo una pausa y su sonrisa se desvaneció, sus ojos se volvieron fríos y calculadores.
—Porque si no lo hacen, morirán aquí y Wolfe les dará una muerte lenta y dolorosa, igual que hizo con tantas otras víctimas. Puedo ofrecerles algo más: una oportunidad. No les prometo que sea fácil, pero si no aceptan, no les quedarían más opciones. Y si se atreven a pensar que podrían escapar por su cuenta… bueno, no están solos. Ya no tienen la ventaja de la sorpresa, y los drones de Wolfe están en cada esquina. Todos lo saben: nadie sobrevive solo. Así que, si quieren salir de San Juan de Lurigancho vivos, tomen mi oferta y trabajen conmigo.
El silencio pesó sobre el grupo mientras las palabras de Mark calaban hondo. A pesar de lo que habían sufrido a manos de él y su grupo, la realidad era clara: no tenían muchas opciones. La ciudad se desmoronaba, y aunque Mark era su enemigo, también podría ser su única esperanza de sobrevivir.
Andy, con la mirada fija en Mark, asintió lentamente. —Te ayudamos, pero esto no se olvida. Si alguna vez nos traicionas, serás el primero en caer.
Mark asintió, su sonrisa retorcida regresando. —Eso es todo lo que necesito escuchar.
En ese momento, el destino de los sobrevivientes de San Juan de Lurigancho se selló. Juntos o muertos. Ya no había vuelta atrás.
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